No es beneficencia, son mejores oportunidades

Cuando hablamos de programas sociales, los primeros pensamientos que nos vienen a la mente, podrían ser, altruismo, caridad, o beneficencia, sin embargo, más allá de ser un vehículo de la asistencia social para un planteamiento de presupuesto de Estado, estos representan establecer las bases de una estructura económica fundamentada en la cooperatividad.

Lo que pareciera un sueño utópico, donde habitantes de una sociedad colaboren y sostengan el crecimiento y desarrollo económico, sin que factores como la pobreza, la desocupación o problemas educativos, sean factor determinante en el funcionamiento productivo de cualquier país, puede ser realidad si buscamos que la gente tenga mejores oportunidades.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), menciona que los programas sociales deben estar orientados a la solución de alguna problemática que afecta a la población, la cual, se considera la razón de ser del programa; los principales resultados que los programas sociales buscan son: la mejora educativa, productividad, superación de carencias sociales, ciencia y tecnología, mejora en salud, mejora laboral, bienestar social, desarrollo cultural, medio ambiente, desarrollo rural y bienestar económico (CONEVAL, 2017; “Informe de Enfoque de Resultados 2017”). Atendiendo estas problemáticas estructurales, se garantiza que el motor productivo de la sociedad, representado por la clase obrera trabajadora, tenga seguridad social, en cuanto a rubros de asistencia, salud y pensiones.

La clase baja y media baja, puede aspirar a una mejor calidad de vida plausible en su entorno personal y laboral, gracias a los programas sociales. Este bienestar escala en otros ámbitos sociales, al tener una mayor y mejor producción, que busca la mejora continua y la innovación en procesos productivos, por tanto, una mayor participación y apertura de la investigación, la capacitación y la educación, trayendo como resultado ventajas competitivas para el país, al igual que una mayor oportunidad de obtener un aparato recaudatorio, y administrativo, de los recursos producidos por estas mejoras.

Además de la asistencia social, los programas sociales conllevan un tema de aprovechamiento de los recursos disponibles, ya que son estos mismos programas, los que mantienen una constante búsqueda de áreas de desarrollo, dentro de los pilares de la sustentabilidad económica, social y ecológica, siendo entonces, la oportunidad que tiene la sociedad para ser tomada en cuenta de manera recíproca, y así, “poner su granito de arena”, en el óptimo funcionamiento de su país, la forma en que es administrado, conforme a las causas que en menor o mayor medida se determine una prioridad nacional. Temas como la política energética, el cuidado de océanos, bosques u otras áreas naturales, el apoyo al campo, la agro industrialización, y los créditos para emprendimientos comerciales, requieren de un planteamiento planificador, de tal manera, que llevarlos a cabo resulte ser una dinámica de encontrar y crear soluciones alternativas a los retos que enfrentemos como sociedad, para así, reducir riesgos y ser mucho más competitivos.

Otra directriz fundamental que atiende los programas sociales, es mantener un sano equilibrio de justicia y equidad en la distribución de los recursos. Siendo esta primicia de carácter imperante para el Estado, ya que de no cumplirse este objetivo con los programas sociales propuestos por iniciativas gubernamentales, estos podrán causar un esquema productivo inestable, y sobre todo vulnerable a cualquier eventualidad, sin importar su índole externa o interna. Imaginemos que en una comunidad que dependa en gran medida de su estructura productiva, que a su vez, esta se encuentre en gran medida influenciada por las personas que representen el grueso de su capital humano, resulte afectada por algún desastre natural o inclemencia climatológica, como un terremoto, un huracán, o bien el desabasto de alimentos o medicamentos; la desigualdad social, por tanto, aparte de evidenciar una serie de carencias propias de la población, desencadenaría una desestabilización social, que podría ser concebida en una crisis productiva, y por tanto generar aún más pobreza y problemas en alcanzar un bienestar general.

Dada la información anterior, observamos que un punto que se debe tomar con mayor cuidado para los programas sociales, será que, en su implementación sean obtenidos y aprovechados efectivamente por sectores de la población que verdaderamente los requieran, con la finalidad de potencializar sus condiciones de emerger de la precariedad y la pobreza, o bien que cumplan verazmente su objetivo. Dado el caso que no cubran su función de acción, los resultados pueden ser contraproducentes, incluso en mayor medida que los problemas que pretenden solucionar.

En conclusión, podemos bien concebir a los programas sociales, como un ejercicio benéfico en un mecanismo alejado de saciar intereses personales, ya que la igualdad social, es el eje central de por qué deben existir; teniendo cuidado de que no creen una dependencia infinita a recurrir siempre a los mismos programas, pues esto puede incurrir en una política de gasto desmedido e inconsciente. Una constante evolución de la adaptabilidad de estos programas, a una sociedad que se encuentra en crecimiento, es y debe de ser, el eje rector del cambio y la mejora en la calidad de vida de quien más lo necesita.

Para mejorar como estado y como país, debemos de ayudar a que nuestros compañeros y compañeras del sector obrero y productivo, dejen de pensar en “cómo le voy a hacer para subsistir” y comiencen a pensar en “cómo le voy a hacer para superarme”. Y esto solo es posible, si sus necesidades básicas están cubiertas. Por eso apoyo y suscribo la máxima premisa entorno hacia la mejora de la sociedad: Por el bien de todos, primero los pobres.

Miguel Ángel Tello Vargas

 

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