Morena no debe ser una maquinaria electoral como lo fue el PRI en sus años hegemónicos.
El domingo 10 de septiembre concluyó uno de los procesos elementales en Morena, donde se busca que la cuarta transformación tenga continuidad, con cambio.
Ese día, durante la tercera sesión ordinaria del Consejo Nacional de Morena, la doctora Claudia Sheinbaum recibió el nombramiento oficial como coordinadora de Defensa de la Transformación, este evento la convirtió en la virtual candidata de cara a las elecciones presidenciales del 2024 al haber obtenido un índice de mayor popularidad en las distintas encuestas que mandó a hacer el partido.
El proceso interno de Morena acaparó la atención de muchos sectores y medios, pero sobre todo de la ya erosionada y confundida oposición. Sus señalamientos no se han hecho esperar al insistir en una ruptura y una imposición en nuestro partido, así como si quisieran constantemente convencer a la gente de que nuestra historia es igual a la suya.
En primer lugar, habría que recordarles que, a diferencia de su candidata, la nuestra fue elegida con el voto de las bases y no por la imposición de una élite política y económica que ha perdido privilegios en el actual gobierno.
En Morena, se logró desterrar la anquilosada y autoritaria práctica del “dedazo”, en la que la voluntad antidemocrática del Presidente que estuviera en turno se hacía valer. Aunque les pese aceptarlo, los gobernadores morenistas y el presidente Andrés Manuel López Obrador se mantuvieron al margen y demostraron que la política en nuestro partido se hace de otra manera. Hay quien dirá que las observaciones al proceso por parte del aspirante Marcelo Ebrard pueden evidenciar lo contrario de lo que hasta ahora se ha dicho, sin embargo, tengo claro que la posibilidad de disentir en un proceso democrático es una muestra fehaciente de que en nuestro movimiento la unidad no se construye artificialmente y que quienes están dentro del movimiento pueden tener opiniones diversas, todo lo contrario a las actitudes mostradas por los candidatos de la oposición que se bajaron de la lucha por la candidatura, mucho antes de que existiera una verdadera competencia entre ellos. Es importante recordar las palabras dichas por Gerardo Fernández Noroña y Ricardo Monreal Ávila. El mensaje del primero es fundamental para entender que la preocupación central de Morena debe ir más allá del proceso electoral, ya que los objetivos de la transformación para hacer válida la frase que dicta “primero los pobres”, son los que realmente han fortalecido la legitimidad de nuestro Presidente y del movimiento.
Morena no debe ser una maquinaria electoral como lo fue el PRI en sus años hegemónicos, más bien debe ser una fuerza política de auténtica base social popular, ocupada en la auténtica transformación del país a partir de mejorar las condiciones de quienes por años fueron excluidos por grupos privilegiados, esos mismos grupos que hoy intentan disfrazar a su candidata de pueblo, cuando la legitimidad del pueblo se consigue con trabajo arduo y no con “marketing” político barato.
Sobre todo, es el final del discurso de Noroña el que emociona, porque a partir de entender estas nobles causas, se entiende que cualquier actividad que corresponda llevar a cabo para garantizar la cuarta transformación, desde las más importante hasta la más sencilla, se hará con dignidad y orgullo por que el fin es loable. Por otro lado, es pertinente recordar, como lo dijo el compañero Ricardo Monreal, que el movimiento no puede caer en el exceso de confianza. Si bien es cierto que nuestra candidata encabeza las encuestas, hay una oposición que, aunque dispersa y débil, siempre está al acecho de cualquier error del movimiento para capitalizarlo electoralmente y retornar al orden mezquino en el que solo sus intereses se hacían valer. Es fundamental que la unidad trabaje no solo para conservar la confianza de quienes ya apoyan el movimiento, sino también para convencer a todos aquellos sectores que aún se niegan a entender que la solidaridad con los que menos tienen es el único camino hacia una verdadera transformación. Finalmente, creo que el trabajo constante de nuestro Presidente nos brinda una fuerte legitimidad social. Los proyectos como el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería Dos Bocas, las becas, la pensión universal y el aumento al salario mínimo, son solo algunas cosas que ponen en evidencia que la transformación no es retórica y es el mejor recurso para entender que, como lo dijo nuestro gobernador Julio Menchaca, el progreso sin justicia es retroceso.
Miguel Ángel Tello Varga