Una de las peores cosas que traen consigo las campañas electorales es que la política se cuela en todas las conversaciones. Lo cual no sería tan desagradable si no fuera porque este tema tiende a exacerbar cualquier discusión, ya que provoca un “sentimiento de pertenencia y de grupo”, sobre todo en los momentos de máxima pasión dialéctica, como explica al diario español Verne, la psicóloga Amaya Terrón.
La mejor opción siempre es no exaltarse y evitar a toda costa discutir con el abuelo que siempre ha tenido un partido favorito, con la tía que está pensando en otros temas más allá de la política, con el papá que cambia de pensamiento a cada rato, o con el primo que tiene sus intereses personales y bueno, así es como se vive la política en todas las familias.
Pero al parecer, hace muchos años, las cosas no eran así.
En todas partes del mundo hablamos mucho sobre la división izquierda/derecha o liberal/conservador en las discusiones políticas e ideológicas. Pero no hablamos lo suficiente sobre la división más fundamental que la precede y, de alguna manera, la causa: La división interesada/desinteresada.
Este término comienza a tomar valor y relevancia en pleno 2020, debido a la “cuarta ola masiva del populismo” que estamos viviendo en todo el mundo, o al menos así lo explica Ezra Klein en su libro “Why we’re polarized”.
En All the News That’s Fit to Sell, el economista y profesor de Stanford, James T. Hamilton, escribe:
“Las noticias no surgen de personas que buscan mejorar el funcionamiento de la democracia, sino de lectores que buscan distracción, periodistas que forjan carreras y propietarios que buscan ganancias”.
Eso es un poco más cínico de lo que sería (muchos de nosotros realmente queremos mejorar el funcionamiento de la democracia) pero como descripción y/o explicación del sistema económico mediático general que rodea los medios de comunicación, es útil. No podemos comprender las noticias sin comprender las fuerzas financieras y de audiencia que le dan forma. Lo primero que hay que apreciar es que esas fuerzas han cambiado y han cambiado drásticamente en las últimas décadas.
El Pasado y el Presente
Consideren las opciones disponibles para los ansiosos consumidores de noticias políticas en 1995. Es posible que hayan tenido uno o dos periódicos locales, un puñado de estaciones de radio, el noticiero nocturno estelar y, por supuesto, el recién creado diario El Reforma (el cual comenzó su circulación en 1993).
Realizamos un gran brinco y avanzamos una década completa. Esos mismos consumidores podrían iniciar Internet Explorer y leer casi cualquier periódico del país, y la mayoría de los principales periódicos del mundo, en línea. Para la opinión política, tenían una vertiginosa variedad de revistas, cualquier página de opinión que eligieran y, de repente, un sinnúmero de blogs. En televisión, Tv Azteca (asignado por Salinas de Gortari a Salinas Pliego en 1993) le montó batalla al hegemónico Televisa de los Azcárraga, y a la par, la televisión satelital comenzó a penetrar los hogares de miles de mexicanos. En la radio, “las torres” comenzaron a llenar las ondas con más comentarios políticos. En los bolsillos, el lanzamiento del iPod dio inicio a la era del podcasting. Y la cantidad de información política disponible solo se ha multiplicado desde entonces. Nunca en la historia de la humanidad ha sido ni remotamente posible estar tan “informado” políticamente.
En la mayoría de los modelos de política democrática, la información es la principal limitación. Los votantes no tienen el tiempo ni la energía para leer voluminosos tomos de teoría política y mantenerse actualizados sobre cada acto del Congreso, por lo que dependen de los profesionales de la política: funcionarios electos, funcionarios pasados, operativos de campaña, miembros del personal del partido, cabilderos y expertos en la materia. Lo que se desprendió de este “modelo” se volvió sumamente tentador: si la información deja de ser escasa, si se vuelve libre y fácilmente disponible para todos, se resolvería el problema fundamental que aflige a los sistemas democráticos.
Durante la última década, los sueños de los teóricos democráticos de todo el mundo se hicieron realidad. El Internet hizo que la información abundara. El aumento de las noticias en línea les dio a los “votantes” acceso a más información (muchísima más información, órdenes de magnitud inmensas) de la que habían tenido antes. Y, sin embargo, las encuestas nos han mostrado que, en promedio, no estamos más informados políticamente. Tampoco estamos más involucrados: la participación de los votantes no mostró el impulso de la democratización de la información política. ¿Por qué?
La revolución digital ofreció acceso a vistas inimaginablemente vastas de información, pero, igualmente importante, ofreció acceso a más opciones inimaginables. Y esa explosión de elección amplió esa división interesada/desinteresada. Las mayores opciones permiten que los devotos aprendan más y los desinteresados sepan menos.
Una división exacerbada
En este época, el periodismo político es un negocio que sirve a personas interesadas en noticias políticas y que intenta crear más personas interesadas en noticias políticas. Y estar interesado en la política es, para la mayoría de la gente, elegir un bando. Las diferencias entre los partidos y sus coaliciones son profundas. Son temperamentalmente ideológicos, geográficos y demográficos. Si “tu candidato” gana o pierde, es una cuestión literal de vida o muerte, tal vez no para el ciudadano promedio, pero, dado lo que está en juego por los programas sociales y el presupuesto, ciertamente para algunas personas es trascendental.
En la esfera de los medios de hoy, donde la explosión de opciones ha hecho posible obtener los medios políticos que realmente deseamos, se expresa en medios polarizados (algunos creados desde el mismo corazón de los partidos políticos) que se adhieren a la identidad política, el conflicto y la celebridad. Es decir, se expresa en el periodismo y los comentarios que tratan más directamente de la cuestión de por qué su lado debería ganar y el otro debería perder.
El 24 de Junio del 2020 en “la mañanera”, el Presidente Andrés Manuel López Obrador solicitó al Director de Twitter en México, que “rindiera cuentas” y explicara, por qué es que existen tantos bots y noticias falsas (fake news), y por que la empresa no hace nada para “verificarlas” y “desmentirlas”.
Los medios de comunicación, forman nuestro pensamiento.
La medida más simple para evaluar el periodismo político es si, les está dando a quienes lo siguen, una comprensión más precisa de la política. Como una ventana inquietante a esta pregunta, Ezra Klein presenta en su libro, un estudio fascinante publicado por Douglas Ahler y Gaurav Sood en 2018.
En él, Ahler y Sood llevaron a cabo una encuesta pidiendo a la gente “que calcule el porcentaje de demócratas que son negros, ateos o agnósticos, miembros de sindicatos y homosexuales, lesbianas o bisexuales, y el porcentaje de republicanos que son evangélicos, de 65 años o más, del sur y ganan más de $250,000 dólares al año”. Preguntaban, en otras palabras, cuánto pensaba la gente que la composición de los partidos se ajustaba a las “caricaturas de los partidos”.
Las percepciones erróneas fueron particularmente altas cuando se pidió a las personas que describieran a la otra parte.
Los demócratas creían que el 44% de los republicanos ganaba más de $250,000 dólares al año; en realidad eso solamente es del 2% de toda la población americana. Los republicanos creían que el 38% de los demócratas eran homosexuales, lesbianas o bisexuales; la respuesta correcta es qué aproximadamente el 6% lo son. Los demócratas creían que más de cuatro de cada 10 republicanos son personas mayores; en verdad, las personas mayores representan aproximadamente el 20% del Partido Republicano. Los republicanos creían que el 46% de los demócratas son negros y el 44% pertenecen a un sindicato; en realidad, alrededor del 24% de los demócratas son negros y menos del 11% pertenecen a un sindicato.
Aquí está el truco: mientras más medios políticos consumían las personas, más equivocadas estaban, en general, sobre la otra parte. Este es un resultado condenatorio: cuanto más medios políticos absorbes, más distorsionada se vuelve tú perspectiva del otro lado.
Cuanta más información política consumes, más malinterpretas a la otra parte.
La vieja línea de los periódicos locales era “Si sangra, vende”. Para los reportajes políticos, el principio es “Si indigna, vende”. Y la indignación está profundamente relacionada con la identidad: nos indigna cuando miembros de otros grupos amenazan a nuestro grupo y violan nuestros valores. Como tal, los medios polarizados NO ENFATIZAN LOS PUNTOS EN COMÚN, sino que arman las diferencias; no se enfoca en lo mejor del otro lado, nos amenazan con lo peor.
Los medios impulsados por los “likes”, son medios de identidad.
Prácticamente todos los medios políticos compiten por la atención y la lealtad de la audiencia en medio de una cacofonía de opciones. Todos toman decisiones diferentes sobre cómo competir por esa audiencia, pero dado que todos estamos tratando de atraer a otros seres humanos, existen ciertas similitudes en los enfoques.
Históricamente, la audiencia no solo tenía menos opciones sobre qué medios consumir, los medios no tenían mucha información sobre la audiencia. Las redes tenían ratings. Los periódicos tenían renovaciones de suscripción. Pero eso fue todo.
Luego vino el auge de la analítica digital en tiempo real. Todas las redacciones de periódicos digitales del país, se suscriben a algún servicio que rastrea el tráfico en una interfaz analítica y en constante actualización. El más influyente es Chartbeat, que le muestra a los administradores de los periódicos digitales, todos los artículos de su sitio, indica el número de personas en cada artículo en un segundo determinado y colorea los puntos que representan a esas personas para decirle cómo encontraron el artículo. Los puntos verdes significan que lo encontraron a través de un motor de búsqueda. Los puntos morados significan que provienen de una red social, generalmente Facebook o Twitter.
Pero, los periódicos digitales no solo quieren que la gente lea su trabajo. También quieren que las personas difundan su trabajo, que se emocionen tanto con lo que escriben o dicen que inicien sesión en Facebook y lo compartan con sus amigos o vayan a Twitter e intenten contárselo al mundo. Así es como se multiplican esos puntos. Pero la gente no comparte voces tranquilas. Comparten voces fuertes. Comparten un trabajo que les conmueve, que les ayuda a expresar a sus amigos quiénes son y cómo se sienten. Las plataformas sociales tratan de seleccionar y expresar una identidad de cara al público. Se trata de decir: “Soy una persona que se preocupa por esto, le gusta aquello y detesta esta otra cosa”. Se trata de señalar a los grupos a los que pertenece y, lo que es igualmente importante, a los grupos a los que no pertenece.
Las identidades y criterios son cosas maleables. Pueden activarse o mantenerse inactivos, fortalecerse o debilitarse, crearse o dejarse en el vacío. La avalancha de contenido orientado a la identidad profundiza las identidades que desencadena, confirma o amenaza repetidamente.
En su libro Trick Mirror, Jia Tolentino ofrece una descripción de lo que cambió gracias a las redes sociales. Y es que las redes sociales cambiaron el discurso en línea:
Al principio, el Internet se había construido en torno a líneas de afinidad y apertura. Pero cuando el Internet pasó a ser un principio organizador de oposición, mucho de lo que antes había sido sorprendente, gratificante y curioso se volvió tedioso, nocivo y sombrío.
Este cambio refleja en parte la física social básica. Tener un enemigo mutuo es una forma rápida de hacer un amigo (aprendemos esto desde la escuela primaria) y políticamente, es mucho más fácil organizar a las personas contra algo que unirlas en una visión afirmativa. Y, dentro de la economía de la atención, el conflicto siempre hace que más gente mire.
La batalla mediática entre ideologías
Los medios de comunicación son la forma en que la mayoría de los “votantes” obtienen su información sobre política y políticos, y si los medios de comunicación se inclinan, o declinan, hacia cierto tipo de historias y figuras políticas, entonces el sistema político también se inclinará en esa dirección.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador es producto de la inclinación, pero no es el primero y no será el último. Los medios políticos están sesgados, pero no tanto hacia la izquierda o la derecha, sino hacia los ruidosos, escandalosos, coloridos, inspiradores y conflictivos. Tiene un sesgo hacia las historias y figuras políticas que activan nuestras identidades, porque están sesgados y dependen de la fracción del país con las identidades políticas mas intensas.
Las conferencias matutinas de Andrés Manuel López Obrador se han convertido, en sus primeros dos años de mandato, en la principal herramienta informativa del Gobierno, pero también en un cúmulo de sorprendentes salidas de tono del mandatario, visitas inesperadas y tentación para quienes se hacen pasar por periodistas.
Además, son la arena donde el mandatario insiste en descalificar a los medios, bajo el calificativo de “prensa fifí”, que ha valido la inconformidad de varios organismos nacional y extranjeros de defensa de la libertad de expresión.
“Le muerden la mano a quien les quitó el bozal”. Esta fue la última frase que usó el presidente Andrés Manuel López Obrador para criticar a los medios de comunicación por la forma en que se cubrió el operativo fallido para detener a Ovidio Guzmán en Culiacán.
El mandatario citó esa frase del político liberal Gustavo A Madero para señalar a los medios que critican las acciones de su gobierno porque “hay libertad de expresión”.
Al cuestionarlo si tenía conocimiento de las tendencias en redes como “PrensaProstituida”, “PrensaChayotera” y “PrensaSicaria” y las ofensas hacia periodistas y sus familiares, descartó que se generen desde granjas de bots, más bien, son reacciones de la gente “auténticas, no artificiales”, pues la ciudadanía esta muy politizada.
“Hasta me extraña porque la verdad la verdad no creo, y eso es interesante de investigarlo, no creo que se haya hecho, creo que fue la reacción de la gente”, afirmó.
Preguntas en sus conferencias matutinas por parte de los representantes de los medios de comunicación han desatado en sus 11 meses de gobierno calificativos como: hampa del periodismo, prensa fifí, conservadores, chayoteros, maiceados y señalarlos en tono sarcástico como paladines de la transparencia y la honestidad.
Preguntas en sus conferencias matutinas por parte de los representantes de los medios de comunicación han desatado en sus 11 meses de gobierno calificativos como: hampa del periodismo, prensa fifí, conservadores, chayoteros, maiceados y señalarlos en tono sarcástico como paladines de la transparencia y la honestidad.
Las Fake News, afectan la democracia en México
Después de Turquía, México es el segundo país donde más se difunden noticias falsas, lo cual afecta la democracia y la posibilidad de emitir votos libres y conscientes, sobre todo en escenarios como el actual, donde la pandemia es el “caldo de cultivo” idóneo para la desinformación, consideró el especialista en procesos electorales, Arturo Espinosa Silis.
En entrevista durante su participación en el programa “Detrás de tu voto” del Instituto Electoral, el observador electoral Arturo Espinosa consideró que todos los actores que participan en las elecciones deben prepararse porque tienen un reto muy importante para evitar o contrarrestar la desinformación y las “fake news”.
Al abordar el tema “Infodemia, fake news y su impacto en la democracia” Arturo Espinosa indicó que un ejemplo claro de infodemia es todo lo relacionado con la pandemia del covid-19, donde hay un exceso de información; mucha falsa, que sólo desinforma y genera sicosis.
“Hay mucha desconfianza en muchas fuentes de información, hay un contexto muy generalizado de incertidumbre. Cuando hay tanta lo recomendable es ir a fuentes confiables, privilegiar la de las autoridades, ver si es un experto, consultar medios de comunicación formales y rigurosos, corroborar con más de una fuente, ver qué dicen diferentes actores”
El renacimiento de la imparcialidad
Los nuevos medios de comunicación todavía manufacturan el consenso, pero ahora lo hacen confrontando de manera individual cada grupo contra su oponente, en una versión nueva para el consumidor similar a la que George Orwell llamó en su novela 1984 “El odio de dos minutos”. Nuestras opiniones y prejuicios son inicialmente satisfechos con habilidad y ulteriormente reforzadas, con la ayuda de pormenorizados análisis digitales de nuestras inclinaciones y hábitos, para poder revendérnoslo nuevamente a nosotros. El resultado, es “ira empaquetada solo para ti”. El público es incapaz de expresarse cuando se manufactura la división. Está hipnotizado por la falsa disidencia de las guerras culturales y las teorías de conspiración que compiten entre sí. La política, bajo asalto, se ha atrofiado en un reality de mal gusto centrado en personalidades políticas. El discurso cívico se define por comentarios insultantes en internet. El poder, mientras tanto, sobrevive sin ser examinado y cuestionado. El resultado es la impotencia política entre la población. El pantano moral es no sólo un lugar fértil para demagogos, sino para canalizar también la rabia y la intolerancia hacia aquellos que son definidos como enemigos internos.
Los viejos medios se autodenominaron a sí mismo objetivos, aunque, esto era más un reflejo del tono que del contenido. Esta ostentosa objetividad e imparcialidad era, en realidad, un elemento de una táctica comercial diseñada para alcanzar el mayor número de espectadores o lectores.
Los antiguos medios de comunicación sostenían rígidamente la ficción de que solo había dos tipos de opiniones políticas: las expresadas por los liberales y las expresadas por los conservadores.
El resultado, es una estrategia de marketing que fomenta un comportamiento adictivo y agresivo. Cuanto más se rastrean los hábitos de los lectores y espectadores en Internet y los dispositivos electrónicos, más se alimenta la adicción y la agresión.
La práctica de moldear al público en tribus antagónicas funciona comercialmente. Funciona políticamente. Pero es una receta para la desintegración social.
Nuestro sistema de economía de burbujas producirá algún tipo de catástrofe en algún momento.
En este punto, si le dices a la gente con suficiente frecuencia que su vecino de al lado está literalmente en la liga de los “fifís”, o de los “AMLOVERS”, o de lo que sea, tarde o temprano, habrá violencia. La incapacidad de la sociedad para ponerse de acuerdo sobre el conjunto de hechos que conforman la realidad, significa que los medios ya han fracasado. Significa que simplemente no estamos llegando a la gente.
Y en este ambiente, nunca podremos resolver las cosas de manera civil.
Creo que es momento, de que los medios de comunicación y las plataformas digitales, hagan un esfuerzo sustancial, en comenzar a verificar lo que la población está viendo.
Si no lo hacen, no habrá vuelta atrás.
PD: Cómo se pueden dar cuenta, me gusta la política.